En la Guerra Civil española, entre 1936 y 1939, mi padre con dieciocho años, está destinado a servir en la guerra. Él no puede visitar a mi madre, la cual con tan solo dieciséis años está embarazada de mí. Esta situación es difícil para ambos, pues se encuentran lejos y sin recursos. 

Mi padre recibe una notificación de una estancia de una semana en Linares, un pueblo de Jaén. Rápidamente, él escribe una carta a mi madre para comunicárselo y pedirle que lo visite mientras está destinado en ese pueblo. A los pocos días de recibir la noticia, un grupo de vecinos, mi madre y yo de tan sólo quince días de vida, cogemos un tren con destino a Linares. Tenemos mucha suerte al llegar allí, porque los jefes de mi padre nos acomodan en una casa para que todos estemos juntos. Yo no lo recuerdo pero mis padres están muy felices de poder estar juntos. Para mi padre, yo soy su primera hija y es la primera vez que me ve. Sin embargo, recibimos otra notificación de los jefes de mi padre: se tienen sospechas de que planean bombardear Linares. Mi madre y yo volvemos a nuestro pueblo, Las Morcillas, en Almería. Mientras que mi padre debe viajar a San Martín de la Vega en Madrid, lugar  donde cae herido de gravedad a causa de una bala que atraviesa su cartera y sale por su espalda. Mi padre debe permanecer en el hospital para curar sus heridas casi más de un año. Como consecuencia de este suceso mi padre ya no puede volver a la guerra y decide regresar con nosotros a casa.

Mi madre y yo vivimos junto con mis abuelos y mis cinco tías, todos en la misma casa. Son malos tiempos en España a causa de la guerra. La comida es muy escasa y algunos hombres chantajean y roban comida a las familias de nuestro pueblo diariamente. Mi abuelo tiene una gran familia que alimentar y no cede^[1] ante estos hombres, los cuales son llamados los emboscaos^[2]. Es una de las situaciones más difíciles que vive mi familia. Estos hombres se llevan a mi abuelo a la fuerza con el fin de matarlo, pues mi abuelo es un hombre justo y no permite que le roben la comida. Mi familia muy triste llora por este suceso. Por suerte, mi abuelo tiene un amigo que vive en Las Menas, otro pueblo de Almería, que conoce la noticia a través de la emisora de radio. El amigo de mi abuelo habla con los hombres y los convence de que lo dejen en libertad, pues tiene a mucha familia que depende de él para vivir. Finalmente, mi abuelo logra salir de esta difícil situación y vuelve con nosotros. 

A día de hoy, con 83 años, sigo teniendo la memoria clara como el agua^[3] cuando recuerdo estas historias, están grabadas muy profundamente en mi mente. Soy madre de un hijo y una hija. Tengo dos nietas y aun sigo contando estas historias para que ellas conozcan la historia de su familia.