Escritor: Maria Dolores Medina Villena

Narradora: Magdalena Villena Álvarez

Organización: UGR y Didark

Título: Fuerza de mujer ante la vida

Nivel: Intermedio

Idioma: Español 

Resumen: Esta historia narra las dificultades y adversidades vividas por mi abuela. Desde su nacimiento vivió la separación de sus padres, la pérdida de una hermana, crecer en el horror de la Guerra Civil española y otras dificultades.

Palabras clave: Guerra Civil, Muerte, Dificultad, Enfermedad, Maestro.

Fuerza de mujer ante la vida

Mi abuela Magdalena nació en 1924, en el pueblo llamado La Puebla de Don Fadrique. Este pueblo también conocido popularmente como La Puebla es una localidad de la provincia de Granada y es el pueblo granadino más septentrional. Está ubicado a más de 1.100 metros de altitud entre montañas y llanos, al pie de la Sierra de La Sagra. Sus vecinos eran tranquilos y amables. Por lo general, eran gente que se dedicaba a la apicultura[1], la recolección de la almendra y a cultivar el campo. También había ganaderos y pastores con rebaños de ovejas y de cabras, los cuales pastaban[2] en la sierra. 

 

Los padres de mi abuela, mis bisabuelos, eran una pareja muy apreciada y conocida en el pueblo. Mi bisabuelo era agricultor y mi bisabuela era maestra en la escuela del pueblo, por eso todas las familias agradecían a mi abuela la buena labor de enseñanza que realizaba con sus hijos. Al poco tiempo de nacer mi abuela Magdalena, mi bisabuela fue trasladada a trabajar a un pueblo cercano a Granada situado en el valle llamado El Padul, un poco más cálido, pero también tenía un hermoso paisaje de montaña. El Padul al igual que La Puebla mantenía una fuerte tradición ganadera y agrícola, con una tierra fértil, y se necesitaba mucha mano de obra para el campo. Allí fue a vivir mi familia durante un tiempo y también fue allí donde nacieron los hermanos pequeños de mi madre. Mi abuela tenía una hermana mayor llamada Juana y dos hermanos pequeños, llamados Gabriel y Antonio. 

 

Al poco tiempo de nacer mi tío Antonio, mis bisabuelos se tuvieron que separar debido a un nuevo traslado de mi abuela, por su trabajo. Estos traslados a causa del trabajo que desempeñaba Magdalena eran constantes y marcaron nuestra forma de vida un tanto nómada[3]. Esta vez ella fue al pueblo de Zújar. Al contrario del anterior pueblo, Zújar está situado en el Valle del Cerro a los pies del Jabalcón entre la Sierra de Baza, la Hoya de Baza y la Sierra del Pozo, al norte de la provincia de Granada. Bastante alejados del Padul. Este pueblo tenía un paisaje formado por barrancos y ramblas, en el que afloran aguas subterráneas y una frondosa vega dedicada a la agricultura. Las casas eran bastante peculiares porque eran casas-cueva: casas excavadas en la roca, las cuales se habían habitado desde la época musulmana y tenían la peculiaridad de mantenerse frescas en verano y calientes en invierno. En una de esas casas cueva vivieron mi bisabuela y sus hijos. 

 

Era muy normal que los maestros fueran trasladados de un pueblo a otro pueblo, con el fin de ofrecer a los estudiantes diferentes métodos de aprendizaje. Hasta que al final, tras muchos traslados, era posible permanecer en un pueblo y obtener una plaza permanente como maestro. En este caso, debido a que mi madre y sus hermanos aún eran muy pequeños, mi bisabuela Josefa decidió llevarse a Juana, la hija mayor y a los dos hijos pequeños con ella. En el pueblo del Padul se quedaron mi abuela y mi bisabuelo. En el pueblo estaban muy bien acompañados y nunca se sintieron solos, pues además de tener buenos amigos allí, también contaban con una parte de la familia de mi bisabuelo. 

 

Estando mi bisabuela en Zújar, estalló la Guerra Civil española. Desafortunadamente para mi familia, Zújar cae en manos del bando republicano. Desde entonces, mis bisabuelos ya no podían verse ni mantener ningún contacto porque era muy peligroso. Fueron tiempos muy difíciles para mi bisabuela porque pasó hambre, miedo y muchas necesidades, en general. A ella la consideraban del Bando nacional[4], de derechas, simplemente por haber nacido en un pueblo que había sido tomado por el Bando nacional. Ese hecho marcó la vida de mi bisabuela significativamente. Durante los tres años que duró la guerra sufrió mucha hambre, había mucha escasez de alimentos y muchas penalidades. La guerra no era la única que se llevaba las vidas de los inocentes, sino también las enfermedades hacían estragos[5], pues no había recursos para curar a los enfermos. 

 

Juana, la hermana mayor de Magdalena, contrajo tuberculosis pulmonar. Una enfermedad muy contagiosa que afecta a aquellos que tienen una salud más débil. Juana estuvo mucho tiempo enferma con tos con sangre y fiebres muy altas, hasta que su cuerpo joven pero frágil, de dieciséis años, no pudo soportar por más tiempo la enfermedad y, finalmente, murió. Fue una gran pérdida para mi bisabuela, la cual desde entonces llevo una vida con una gran tristeza.

 

Al finalizar la guerra, la familia se reencontró en El Padul, pero fue por poco tiempo, ya que la reestructuración del sistema educativo hizo que le notificarán a mi bisabuela otro traslado. Esta vez el traslado lo realizó toda la familia y el destino era Marchena. Un pueblo muy pequeño, anexo al pueblo de Dúrcal, con muy pocos habitantes, situado en el camino hacia la costa, concretamente en el Parque Natural de Sierra Nevada. En ese pequeño anejo, la familia creció unida y en buena armonía hasta que mi abuela cumplió veinticuatro años. Fue entonces cuando conoció a su marido, mi abuelo Manuel. Ambos sentían un amor muy profundo el uno por el otro, sin embargo debido a problemas entre ambas familias, por rencillas pasadas no pudieron obtener el beneplácito[6] de ambas familias para contraer matrimonio, por lo que programaron un plan para casarse en secreto. Era muy frecuente que las parejas acudieran a la iglesia para celebrar el acto matrimonial ante familiares y amigos. Sin embargo, Manuel y Magdalena tuvieron que contraer nupcias a través del  juzgado. La pareja de enamorados tuvo muy pronto hijos, concretamente, cinco: Fernando, María Josefa, Magdalena y María Dolores.

 

La última hija, María Dolores tuvo una muerte muy prematura. Con tan solo veintidós meses de vida fue diagnosticada de difteria. Esta grave enfermedad afecta, principalmente, a la nariz y la garganta, provocando fiebres altas y mucha dificultad para respirar. Fue un duro golpe para toda la familia, pues todos nos quedamos muy consternados por la pérdida de nuestra hermana pequeña. Mi abuela que ya había perdido una hermana, ahora también perdía una hija. Muchos amargos y penosos momentos alargaron la sombra de la tristeza en la familia. Aunque al cabo de unos años, mi abuela volvió a quedar embarazada de otra niña, a la cual llamó María Dolores. 

 

Poco tiempo nos duró la alegría y el gozo, porque mi abuelo sufrió un accidente con el tractor y murió de forma trágica y repentina, dejando a mi abuela destrozada y a unos hijos muy pequeños. Fernando, el hijo mayor, con tan solo catorce años, María Josefa, con doce años, Magdalena, con nueve años y la más pequeña, con cinco meses. Ese fue un duro golpe para la familia. La pérdida de mi abuelo no solo fue como si la vida de toda una familia se quebrara, fue una reorganización de todo. 

 

Francico, que estaba estudiando, tuvo que asumir que se encargaría del trabajo en el campo para poder traer dinero a la familia y dejó de estudiar. A partir del 17 de abril de 1963, la vida de la familia cambió por completo. Me contaron que a mi abuelo le encantaba su oficio de agricultor y siempre quería ser el mejor en todo lo que hacía. Había ahorrado durante mucho tiempo para comprar un tractor, pues decía que con esa maquinaria podía hacer las tareas del campo mucho más rápido, ya que anteriormente todo era manual y muy rudimentario. También el objetivo de comprar el tractor era reducir su tiempo en el trabajo y pasar tiempo con su familia. 

 

Aquella máquina de hierro, por la que mi abuelo había ahorrado tanto y por la que había suspirado, fue la que le quitó la vida. En la carretera hacia Almuñécar, un pueblo en la costa granadina, una carretera muy peligrosa, llena de curvas y desniveles, conocida por todos los lugareños[7] como “la carretera de la cabra”. 

 

Mi abuela nunca pudo soportar tantas muertes de personas tan cercanas y queridas. Aunque ella siempre se veía ante los demás sonriente, había una gran pena en su corazón. Pues el amor de su vida, junto con el que había luchado tanto por salir adelante con una gran familia, había fallecido de imprevisto. Ya nunca más quiso conocer a nadie, ni tampoco quiso rehacer su vida junto con otro hombre, pues para ella ahora sus hijos eran su razón de vivir. Todos crecieron marcados por la falta de su padre, aunque salieron adelante gracias al sacrificio y el tesón de todos.

 

Mi abuela vivió una vida muy complicada y difícil por muchos aspectos, sin embargo, ella tuvo una larga vida y murió con ochenta y cinco años. Conoció a sus 9 nietos y sus 4 biznietos. Toda su familia la recordamos con mucho amor y añoranza, pues fue una mujer muy valiente y  muy luchadora.


[1] Apicultura – Técnica de criar abejas para aprovechar sus productos, como la miel, la cera o la jalea real.

[2] Pastar – Comer el pasto para alimentarse.

[3] Nómada – Que va de un lugar a otro y no se establece en ningún sitio de forma permanente.

[4] Bando nacional – Es el nombre con el que se autodenominaron los sublevados en el golpe de Estado de 1936 contra el Gobierno de la Segunda República Española, cuyo fracaso daría origen a la Guerra Civil de 1936-1939.

[5] Estragos – Daño o destrucción producida por una acción natural o por una guerra.

[6] Beneplácito – Aprobación o permiso de alguien para hacer una cosa.

[7] Lugareños – Persona que ha nacido o que vive en un lugar o población pequeña.

 

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